viernes, 23 de mayo de 2008

El Pueblo

Texto sobre algún lugar de la mancha semiurbana, del cual ya no quiero ni acordarme...
“Era el pueblo como un perro chico, mohoso y ya sin
cambio”.
Juan Ramón Jiménez.


Este pueblo es un gran callejón sin salida, un laberinto con santos en cada esquina, un baldío con un jardín en el centro, rosa de los vientos que sólo conoce el norte.

De adobe son las arrugas de los viejos, material en extinción; suelen sentarse a la entrada de la casa y con incrédula mirada descubren las toscas manos del progreso, los ojos pálidos de la necesidad, el ruido venido de lejos; inexplicable, ofensivo, sofocante.

Los días aquí están hechos de polvo, de la tierra en las uñas de una mañana sin sol. Aquí ya nos olvidamos a qué sabe el atardecer, porque los pájaros lo devoraron, como a los restos de un animal muerto. En las caras de los gatos callejeros se lee la noche, que aquí ya se volvió indigente; se ensució su manto de estrellas entre tántas borracheras.

Se pasea el tiempo en silencio sobre las ramas de los árboles secos… secos como este día y todos los demás días, secos como los ríos que ya no existen; ahora son huecos, nidos oscuros y fríos donde duermen los que no tienen hogar.

Este pueblo juega a ser ciudad, madre de hijos emigrantes, calles como inmensos desiertos, ventanas a ningún lado.

Los campesinos levantan su cosecha de fantasmas y alzan su mirada flaca buscando el sustento entre barras y estrellas. De vez en cuando se cierran las nubes y lo inundan todo; cubren de agua la noche que se ahoga hasta la madrugada… así pasó un año y dos hasta volverse siglos; siglos como perros sin dueño, como arena de un desértico domingo.

Pero aquí vivimos y aquí nos vamos a morir, porque en esta tierra se descansa; este suelo es la cama para las víctimas de la vida, para los damnificados de lo cotidiano; aquí los muertos no se van de tánto que les gusta su tierra, huele a muerto detrás de las puertas.
Aquí nos vamos a quedar; porque de esta tierra somos y a ella vamos, a reposar en el vientre de las piedras y a cobijarnos con el musgo; aquí nos vamos a quedar hasta que el tiempo nos cierre la boca, hasta que la noche nos cierre los ojos…

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